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La muerte y Otis, cinco días para enterrar a un familiar

A las lágrimas y tristeza de Benedicta Barrera por la muerte de su madre, se sumaron el miedo, la preocupación e incertidumbre, ya que su madre era velada cuando llegó el huracán Otis al puerto, por lo que no pudieron cumplir su voluntad de ser incinerada, puesto que no había las condiciones de hacerlo y tuvieron que sepultarla después de cinco días de su muerte.

Los vientos de Otis de más de 300 kilómetros por hora, rompieron ventanas, lámparas y todo lo que tenía a su paso e incluso, los fuertes vientos, movieron el ataúd de su madre, por lo que, con la ayuda de sus hermanos tuvieron que arrinconarlo para que Otis no se llevara a su madre y no supiera dónde quedó. Como es el caso de sus vecinos, que algunos están muertos y de otros desconocen su paradero.

El deseo de su madre era ser incinerada pero Otis no lo permitió, no hubo manera de encender el horno, pero el salir de la funeraria en la avenida Ruíz Cortines y llevarla a un panteón era imposible, no había paso, ni tampoco quien pudiera abrirles el panteón y tampoco tenían los permisos para hacerlo.

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Narró que tuvieron que pasar cinco días con el cuerpo de su madre en la funeraria, sin comida, agua, energía eléctrica, telefonía e internet, además que empezó el proceso de descomposición, por lo que comenzó a oler la funeraria, donde también había otros dos cuerpos en espera.

Otis causó muchas muertes y desapariciones, que hasta el momento no hay cifras concretas del número de fallecidos, ante esto, dijo que en los días que estuvo en la funeraria, presenció cómo llegaron al menos una decena de personas a pedir un féretro para sus fallecidos que los habían encontrado.

Aseveró que algunos de los cuerpos estaban en estado de descomposición, por lo que no pudieron ser atendidos, pues no podían hacer mucho y únicamente les dieron ataúdes para que pusieran a sus familiares y después las sellaron, por los olores que desprendían.

Al pasar unos cuatro días, uno de sus hermanos, con otros familiares de personas fallecidas, acudieron al Palacio Municipal, pues necesitaban un permiso para poder enterrar a su mamá en un panteón de Acapulco.

Porque en el panteón les pedían un acta de defunción y el permiso para abrir la fosa, pero “no había nadie, no había servicio, por eso tampoco se están reportando las personas fallecidas, cada quien como puede despide a sus fallecidos”, dijo.

A pesar de que la voluntad de su madre era ser incinerada, no pudieron hacerlo y en la funeraria les dijeron que no había manera de preparar el horno y tenían que buscar qué hacer con el cuerpo, pues los olores se intensificaron, por lo que al quinto día salieron como pudieron al panteón. Les tomó tres horas de trayecto  cuando de manera normal son 30 minutos.

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Al llegar al panteón, indicaron donde sería la fosa y de manera rápida abrieron y aventaron el ataúd donde iba su madre, rellenaron y dieron unos pisotones en la fosa y se fueron a otra, pues ya estaba llegando otro cuerpo y tenían que hacerlo lo más rápido.

“Escarbaron, aventaron porque con las cuerdas no la bajaron bien, solo la aventaron y rellenaron y se fueron a otro, estaban llegando más” narró Benedicta con lágrimas, puesto que no habían cumplido el deseo de su madre a quien le pidieron perdón por la forma en que se despidieron de ella.

A las lágrimas de Benedicta por la muerte de su madre, se suman los destrozos y la situación que viven en Acapulco, sin agua, comida, energía eléctrica y los actos de rapiña que hay y ahora también los problemas de salud que vendrán, pues hay basura en las calles y avenidas, lo que está provocando plagas de cucarachas, gusanos y ratas, que entran a las casas.

“Acapulco está de luto, lo estamos velando, mi mamá murió antes de esto, ya no vio nada, pero sufrimos mucho para poder despedirla, si mi mamá viera su casa y como esta Acapulco se moriría de tristeza”.

Benedicta Barrera contó que el martes  24 y la madrugada del 25 de octubre, fueron los peores días de su vida, ya que falleció su madre a los 85 años el martes, realizaron los trámites funerarios para poder velarla esa noche e incinerarla al otro día, sin embargo, la llegada del huracán en la madrugada, irrumpió la última noche que pasaría con su madre.

Fotos: Jesús Garibay

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