Amar a la mamá: la dialéctica entre el amor y la misoginia, Especial 10 de Mayo

Por: Georgina Jorge Ramírez, MBE

Durante mucho tiempo, la idea del 10 de mayo me parecía una buena fecha para regalarle a mi mamá un electrodoméstico. Reacuerdo que uno de los primeros regalos que le hice fue una plancha que decía que el resultado era “como de tintorería”. Con el tiempo entendí que lo que buscaba era que mi ropa -especialmente mis uniformes-, quedaran preciosos. Diez años después, al regresar a mi casa materna, encontré esa misma plancha llena de trapos, como un perchero más. Historias así seguro que todos y todas tenemos; no así el día del padre, ¿cuántas veces hemos pensado en regalarle a nuestro papá una plancha, una licuadora o una aspiradora?

Eso es justo lo que hace la misoginia interiorizada. Y es que de buenas intensiones está pavimentado el camino hacia el infierno y el diablo está en los detalles. Los roles de género se agudizan cuando una mujer se convierte en madre, y también la concepción del trabajo del hogar se pone como una labor exclusiva de las mujeres. Entonces, no es de extrañarnos que siempre pensemos que un buen regalo está en dos opciones: o mejorar su día a día comprando electrodomésticos; o librar a nuestras madres de trabajar ese día intentando compensar un año de trabajo no remunerado concientiéndola.

Con esto no digo que seamos malos hijos, o que todas y todos somos unos hijos misóginos; por el contrario, lo que busco con esto es llamar a la reflexión del por qué tenemos tan interiorizado esto. Podemos comenzar por lo básico: preguntarle a nuestras madres qué es lo que quieren y no qué necesitan. Hay que recordar que los regalos a mamá no son gasto, son una muestra de agradecimiento por lo que ellas han hecho por nosotros, sobretodo en un contexto machista como Guerrero.