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“EL ÚLTIMO DESEO UNA TRADICIÓN ANCESTRAL”

(Por: Juan Antonio Guevara Campillo –Nikita-)

Desde muy niño, aprendí bajo la tutela de mis abuelitos paternos doña Clisceria Carbajal Moreno y don Moisés Guevara Villalba, que desde años ancestrales, posiblemente desde el inicio de la Era Cristiana hace exactamente 2024 años, el último deseo de alguien que forma parte muy directa de nuestra familia, se debe de cumplir al pie de la letra, sin restarle ni aumentarle una sílaba, un vocablo o una letra ni menos, debe de cumplirse el deseo de nuestros seres queridos, tal y como ellos en lecho de muerte, lo solicitan, para que este pueda descansar más tranquilamente, seguro de que no le van a fallar, y esto que hoy escribo, me nace del corazón hacerlo, pues resulta, que no hace mucho, si acaso un mes y medio, falleció en forma por demás inesperada por familiares y amigos, nuestro gran camarada don Julio Francisco Díaz Herrera, el famoso “Paco Díaz”, con quien tuve la fortuna de convivir a lo largo de más de casi sesenta años, pues presumo al decirles que “Paco”, fue uno de los primeros jugadores que tuve en suerte dirigir, en mi primer equipo que denominé “Santos”, en razón de que en el equipo Santos de Brasil, inició su brillante y meteórica carrera futbolística, Edson Arantes Do Nacimento, conocido por todo el mundo como “Pelé”, a quien desde muy pequeño –tenía yo siete años-, admiré porque este jugador de cuna muy humilde, supo que a base de esfuerzo y mucha dedicación, el ser humano logra todo lo que se propone, y él lo hizo, llegando a ser el Mejor Jugador del Mundo.

       Paco Díaz, fue un soñador, pero un soñador realista, ya que él, desde sus inicios en el apasionante mundo del fútbol, demostró de que estaba hecho, haciendo sus primeros pininos y adquiriendo sus primeros aprendizajes, en el anchuroso mundo del “soccer”, en las instalaciones deportivas de la Universidad Autónoma de Guerrero, pues vivía a escasos cien metros de ellas, y era vecino de este servidor de ustedes Juan Antonio Guevara Campillo “Nikita”, y Paco, aprendió al pie de la letra las lecciones que pude transmitirle a él y a un gran puñado de contemporáneos del buen Paco, mencionando por ejemplo a los hermanos Arturo, Jorge y Gustavo Cervantes Estrada; José Antonio Bello Rodríguez, Santiago y Chava Hernández, Mario Guevara Gallardo, Jaime González Olivares, David Elizondo Romo “El Griego”, Luís Ríos Carbajal, Raymundo Ramírez Mendoza, solo por mencionar algunos. Julio Francisco, tenía sus ideas, muy diferentes a las mías, pero que éramos afines casi siempre. Resulta que estando yo presente en la Funeraria Chilpancingo, acompañando a la familia en estos momentos difíciles, me enteré que uno de los deseos de Paco, fue que no lo enterraran, que mejor lo “cremaran”, y que sus cenizas fueran esparcidas en al anchuroso mar de Guerrero, y se cumplió su voluntad, Paco cumplió al pie de la letra con el rito ancestral de “En polvo eres y en polvo te convertirás”, así es que ese fue el deseo de nuestro gran amigo Julio Francisco Díaz Herrera, que en gloria esté.

       Hace apenas dos días, el miércoles 10 del presente mes de abril del actual 2024, tocó el turno de recibir cristiana sepultura en el Panteón Central Municipal de esta Capital de Estado Chilpancingo, a otro gran amigo, el ; David Guzmán Maldonado, mejor conocido por sus miles de amigos como “El Ochenta”, en razón a que fue en la década de los “Ochentas”, cuando se dio a conocer en el ámbito político y profesional, y tuvo la desgracia de que Nikita, se le atravesó en el camino a la incipiente edad de 4 años, pues como dije en mi artículo anterior, lo conocí muy pequeño, y me jacto en decir, que conozco al dedillo su vida y su obra, sus genialidades y sus ocurrencias, y el principal distintivo que lo hizo diferentes a los demás, fue que en su juventud, disfrutó y vivió a plenitud su vida, le gustaba la música de aquellos tiempos, cuando se inauguró en esta Capital de Estado la muy famosa Disco “Sérpicos”, allá por el Conjunto Turístico Jacarandas. Bueno, pues David también pidió un último deseo a su familia, y fue precisamente que cuando lo estuvieran sepultando lo hicieran a los acordes de música “Disco”, deseo que su familia le cumplió al pie de la letra, aquí, como dice el dicho: “En gustos se rompen géneros”. Les confieso algo, que un día antes, en Funerales Chilpancingo, cuando por la mañana me di cita a ese lugar, para dar mis condolencias a los familiares de David, me sentí como en familia, sentí por un momento, que estaba yo en el edificio del CDE del PRI, saludando de mano y de abrazo, a los de la vieja guardia, entre ellos mis amigos Héctor Astudillo, Mario Moreno, Héctor Apreza, Heriberto Huicochea, Raúl Salgado, entre otros.

       Bueno, pues les confieso que después de hacer un análisis muy a fondo sobre este asunto del último deseo de cada uno de nosotros, llegué a la sabia conclusión de que este servidor de ustedes también tiene ya en mente, cuál sería mi último deseo, y pues aunque es un poco descabellado, pero creo que mi amada esposa y mis adoradas hijas, lo van a poder cumplir al pie de la letra y es el siguiente: Me he cansado de decir hasta la saciedad –no sociedad-, que mi deseo real, sería morirme en una cancha de fútbol por principio de cuentas, y que mejor que fuera la “Andrés Figueroa” de la Universidad de Guerrero, en donde viví los mejores momentos de mi vida, ya que en ella jugué fútbol, entrené a un muy numeroso grupo de niños –casi cien-, sin cobrar un solo centavo; que en esa cancha vi jugar a mi único ídolo siendo el Profr. Edmundo García Adame, todo un caballero de las canchas, y de ahí, me nació la idea de bautizar a Manuel Cotino Flores, con ese mote; en esa cancha también, vi jugar a grandes equipos de diferentes épocas, entre ellos: “Universidad Rojo”, “Santa Cecilia”, “Marlboro”, “Plataneros”, “Bratislava”, “Santos”, solo por mencionar a algunos, y en esa cancha también, vi jugar a equipos de primera división como Atlante, Zacatepec, América, Pumas de la UNAM y Atlas. En esa cancha –ahora con pasto sintético-, quiero que me velen y ahí me den la despedida. Ese es mi deseo, ojalá y me lo puedan cumplir. Es todo. (Nikita).

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